José Juan Barba. Dr. Arquitecto
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La escala de la mirada
Como hemos analizado, la identificación de un lugar depende de las relaciones entre individuos, y es evidente que los individuos tienen una determinada escala. Esto significa que la no puesta en consideración de este importante elemento a la hora de proyectar una ciudad o simplemente su olvido por una cuestión de escala, está haciendo que desde su inicio el diseño de nuevos crecimientos olvide los lugares. La gran escala con que se trabaja genera homogeneidad. No se controla la pequeña escala de los individuos, o al menos se produce una fractura en la continuidad de acción y proyecto.
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Ciudades del Poder, Quinta Avenida, Nueva York, 2005, Metalocus, nº 19
El sueño de una ciudad en equilibrio con su entorno, natural o artificial, ha generado un amplio debate frente a la realidad construida, un debate que cada vez es más intenso, un debate que debe entenderse inmerso en la crisis de identidad de la ciudad como elemento urbano. Los problemas urbanos no los resuelve la arquitectura, los proyectos de los arquitectos tan sólo proponen situaciones más o menos inéditas que condicionan y generan nuevas problemáticas, las hacen variar y evolucionar en una especie de situación de asistencia política continuada. La ciudad genérica es en gran parte el resultado de ser pensada mediante llenos y vacíos unidos supuestamente mediante “sinergias”. ¿Qué ocurre si pensamos la ciudad a través de lugares? y ¿qué ocurre si a esos lugares, por una cuestión de escala, se le une el concepto de paisaje?
Lugares y paisaje
Cuando los lugares se generan en el exterior de los edificios son considerados a menudo como vacíos, como espacios no construidos. Las ordenanzas, las leyes urbanísticas no nos hablan de ellos de manera directa sino sólo indirectamente por oposición a lo lleno o construido. Aunque la idea de paisaje es una idea desarrollada en nuestra cultura desde el mundo clásico, que ha ido mutando y cambiado a lo largo de la historia, su unión al concepto de lugar es mucho más reciente. Transcurridas casi tres décadas, desde su concreción, el acercamiento del concepto de lugar al de territorio es más cercano y por ende el entendimiento del paisaje a través de la visión ontológica del lugar comienza a ser una realidad. El paisaje es entendido como el lugar donde es más estrecha la relación individuo-espacio. El lugar-paisaje y el hombre se funden mutuamente, el paisaje participa de la identidad de quienes están en él o con él, es decir, se considera el paisaje no sólo como generador de identidad. El paisaje deja de ser un escenario contemplado por el hombre para pasar a ser un elemento en relación con él.
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La Gran Vía de Madrid, Reto Halme, 1995.
... Las ciudades se reconstruían por otros mediante la acumulación de geografías y paisajes formados por la acumulación de “lugares”. La ciudad reconstruida no es una ciudad virtual generada a partir de los movimientos físicos de individuos, sino una ciudad real formada por individuos y no sólo por estructuras físicas vacías.
Frente a la ciudad de lo genérico está la ciudad de lo diferente, la ciudad queer. Resulta que sí es posible una construcción queer de la ciudad, si entendemos que mirar lo que hoy nos parece “raro” recompone nuestra forma de ver y rompe con la dinámica aceptada como salvadora, planteada por el desarrollismo. La supuesta generación de riqueza a costa de cualquier precio puede no ser la salvación de nada. La necesidad compulsiva de lanzarse hacia adelante en la construcción de masa urbana, masa difusa, sectorizada y sin identidad, sin entender qué ciudad queremos, con la única excusa de que este desarrollismo soporta nuestra economía actual, nuestra forma de vida, nuestros trabajos, nuestra movilidad, puede ser simplemente el final de nuestra economía. El autismo en las propuestas hace que en nuestra cotidianeidad el urbanismo y la arquitectura se estén convirtiendo en algo perteneciente al estricto ámbito legal, cada vez son más los abogados que desplazan a los arquitectos o urbanistas de sus campos de batalla, esto es especialmente evidente en el ámbito del planeamiento.
Las vías para los vehículos no unen territorios generan brechas amuralladas
Imagen de la ciudad de Caracas, CCCB, Barcelona
La necesidad de reintroducir en la normativa, en los planeamientos urbanos y en las ordenanzas, la idea de lugar, de paisaje, desde una visión ontológica-queer y no sólo geométrica, parece cada vez más una necesidad. Más cualificación frente a un exceso de cuantificación, más identidad frente al mar de la vacuidad, más “polis” en las “urbes”, más ciudadanos frente a un sobre-musculado desarrollo de estructuras e infraestructuras, más cuerpos relacionándose socialmente. Si lo queer supone no tener miedo a lo que hoy nos parece raro, podremos afrontar soluciones sin miedo a que nuestras estructuras actuales tiemblen y se reconfiguren.
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Texto integral e comentários em:
EL BLOG DE JOSÉ FARIÑA
URBANISMO, TERRITORIO, PAISAJE, SOSTENIBILIDAD
VIERNES, 30 DE MARZO DE 2012
link:
http://elblogdefarina.blogspot.com.es/2012/03/desmontando-la-ciudad-generica.html
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